Una mañana cualquiera
La ventana se llena de
soles
De vastos recuerdos
Se volaron las espinas
Las partículas de mugre
viejas
El olor a cigarros y
bifes
Ahora la rosa no llora
Se viste, se prende a la
luz que la acoge
Se embebe en su sabia
Y abre sola, sin prisa
Cada pétalo olvidado.
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