Es un día muerto.
Quizás golpee a tu puerta
la morada de las almas.
Comulgue por última vez
y me detenga en el
espacio aquel, de los pájaros.
Dibujándome coletas como
de olvidos.
De unos ayeres lejanos,
tan de nadies.
Y ahora con mi ser acá en
el vacío
en la morada, guardilla
de los osos hambrientos
que aguardan mi carne
donde rebosa la sangre
acuosa, entre la rosa tibia
que me envistió hace
años, ya de mas joven
el que se fue, en unas
lunas , otras, no estas.
Estas son únicas y solas…
muy solas, blancas impolutas bolas,
sin huecos, sin pan bajo
el brazo.
Estoy a la espera lo sé, pero
aún no llega la manada que embista mi materia.
Estos dedos no respiran
mas las pentagramadas notas, solo
unas palabras que aúllan,
como lobos esteparios que
se despiden siempre, que me
reclaman siempre
lo que no se darles.
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